lunes, 4 de junio de 2018

Práctica XI: Ella, que colecciona vinilos y papel


Ella, que colecciona vinilos y papel.


Sonó el timbre y los alumnos que se habían adelantado al animado tono que daba fin a las clases salieron del aula a toda prisa; el resto, los menos, comenzaron a apagar sus tablets. La profesora cerró el portátil dejándolo en suspensión y se sentó agotada en la silla mientras observaba cómo los últimos alumnos salían del aula. Después, descansó la vista  sobre los pupitres que tenía enfrente, estaban impolutos. Se acerco a ellos y paseó entre los estrechos pasillos que dejaban las parejas de mesas. En sus tiempos, de los que no hace tanto —piensa ella—, las mesas estaban llenas de firmas, de manchas de bolígrafos reventados, de insultos blancos de Típex, de arañazos hechos con tijeras y de chuletas a lápiz. Ahora los alumnos ya no llevaban estuche. El centro disponía de una Tablet para cada alumno y de diversos portátiles con los que daban clase y se examinaban. ¡Sí, se examinaban! Tanta prisa para quitar las hojas de papel "que si más moderno, más rápido, más ecológico" y, sin embargo, ahí seguían los exámenes, asegurándose de que solo aprobaban los que tenían capacidad memorística. Pasó la mano por encima de uno de los pupitres y la golpeó la nostalgia. Recordó cómo se sintió cuando volvió al centro donde estudió la secundaria, después de 6 años de universidad, para hacer las prácticas y se encontró con su nombre grabado en varias aulas. Al lado del suyo habían muchos más nombres: nombres de alumnos que habían estado antes que ella y de algunos que vinieron después. Eso ya no volvería a pasar, los alumnos ya no llevaban estuche.
            Recogió sus cosas  y se dirigió a la biblioteca, tenía una hora de guardia allí. Aunque ella no la llamaba así, la profesora se negaba en rotundo a llamar a esa sala biblioteca y se lo había hecho saber al centro en varias ocasiones: no entendía por qué seguían llamando biblioteca a aquel espacio si allí hacía años que no había un solo libro. Ahora había un ordenador en cada mesa, y decenas de ladrones para poner a cargar portátiles, tablets y smartphones. La profesora consideraba eso un insulto para las auténticas bibliotecas, esas que ya no quedan. No es que tuviera nada en contra de los ordenadores, todo lo contrario;  cuando ella comenzó a utilizar un ordenador como herramienta para el estudio, ya estaba en la universidad y lamentó no haberlo podido hacer también en el instituto, pero la sustitución absoluta del libro fue un golpe que no se esperaba y que todavía no había superado. Cada vez que entraba en aquella biblioteca sin libros y de alumnos sin estuche, ella recordaba con pena cómo en la universidad de vez en cuando se encontraba Post-it en los libros y anotaciones en los márgenes, que, en muchas ocasiones, le habían dado las claves para la correcta realización de trabajos y reseñas. Eran notas de alumnos que habían pasado por lo mismo que ella, claro, y siempre lo agradecía. La primera vez que le pasó, se sintió como Harry Potter cuando leía las anotaciones del Príncipe Mestizo en el libro de Pociones. La universidad siempre recordaba que no debían dañarse los libros  y castigaba a quienes escribían en ellos, pero a ella, amante de los libros y del papel, jamás le pareció  una aberración que pudiera sentirse y verse la historia del libro —físico— en sus hojas. Era una lástima que ya ningún alumno fuese a tener la ayuda de su particular Príncipe Mestizo.
     —¡Profe, profe!—Gritaban al unísono dos alumnos que entraban corriendo en la sala.
    —A ver, sin gritar, ¿qué queréis? — Preguntó interesada la profesora. En pocas ocasiones alguien entraba en la sala de estudio con ordenadores de esa forma tan escandalosa y animada.
    —Raúl se ha encontrado un libro en su casa, y que como tú colecciones vinilos, papeles y esas cosas pues que si te lo quieres quedar. — No había terminado de hablar y el chico ya estaba lanzando el libro a las manos de la profesora, que lo cogió al vuelo. Era una copia de Siete maneras de decir manzana de Benjamín Prado.
   —Vaya… ¿No lo quieren tus padres?—Preguntó mientras abría el libro para ver el año de la edición.
     —¡Qué va! Ellos tienen el Ebook. Lo iban a tirar, dicen que los libros solo ocupan espacio.
     —¡Pues muchas gracias! Por cierto, antes habéis olvidado decir una cosa.
     —¿El qué? —preguntaron a la vez.
     —Yo colecciono vinilos, papel y deuvedés .

     —¿Y eso qué es?

Práctica 10

 La charla de Pep Hernández en 3 tuits


1: @Pephernandez insiste en el protagonismo del alumno en las actividades, en apartar el foco del profesorado y convertirlos en guías. El Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) es el método idóneo para ello. #INVTICUA18


2: Respecto a el ABP, @pephernandez ha llevado al aula diversos proyectos que podéis encontrar en su WEB: 
https://pephernandez.wixsite.com/emocionarioliterario/proyectos-2eso #INVTICUA18


3. Lo que más llamó mi atención de la charla de @pephernandez fue la propuesta de realizar una lista de lecturas personalizada según los gustos del alumno. Una idea sencilla y lógica, y por desgracia una práctica inusual. #INVTICUA18

Práctica 9

Un estudio sobre las distintas representaciones de Jaime el Barbudo

Natalia Maciá Martínez

La figura del bandolero protagonizó numerosas obras literarias a lo largo de todo el Romanticismo. Los bandoleros, al igual que otros muchos personajes que actuaban al margen de la ley, suscitaban especial interés en los autores románticos, que veían en ellos un potente símbolo libertario.
A principios del siglo xix, las comarcas de Alicante y Murcia eran especialmente conocidas por su hostilidad, sus escarpadas montañas y sus frondosos bosques. Estas características orográficas favorecían la proliferación de bandidos y asesinos. De todos aquellos merodeadores hubo uno que resultaba particularmente atractivo para los románticos por lo poco sanguinario de sus acciones y la gran red de espionaje que logró instaurar en torno a las tierras murciano-alicantinas. El bandolero en cuestión, Jaime Alfonso, más conocido como el Barbudo, es protagonista no solo de novelas, pliegos u obras teatrales, sino también de numerosas leyendas que hoy en día todavía resuenan en las zonas de la Vega Baja y el Bajo Vinalopó.
En el caso de Jaime Alfonso, los esfuerzos por desligar el estudio histórico del literario son vanos: nos encontramos ante un personaje que, aun en vida, se veía envuelto por un halo de misterio y leyenda que resultaba especialmente atractivo para los escritores románticos.
Conviene señalar, en este sentido, que hasta en la más reciente biografía del bandolero historia y ficción se unen una vez más dando lugar a una biografía novelada. Tras una larga y minuciosa investigación del pasado, con documentos oficiales y datos verificables como punto de partida, se rellenan las lagunas de la vida del crevillentino con anécdotas y diálogos recogidos de los testimonios de las gentes del lugar —cuyos antepasados conocieron las andanzas de Jaime Alfonso— o incluso con narraciones de los  propios descendientes del bandido. Aunque se ha de decir que la mayoría de las leyendas que circulan todavía hoy por los parajes que fueron testigos de las fechorías del bandolero coinciden con las aventuras y desventuras narradas en las diferentes novelas creadas en torno a su persona.
El introductor de la figura de Jaime Alfonso el Barbudo en la literatura fue Ramón López Soler, que, fuertemente influenciado por el romanticismo de Walter Scott, inaugura en 1832 la literatura bandolerista en España con su novela Jaime el Barbudo. Desde entonces, tanto el SXIX como el S XX han estado repletas de obras protagonizadas por él. Hasta llegar a la novela gráfica de Miguel Calatayud público infantil, titulada El pie frito, cuya última edición fue en 2004.
Por desgracia, el acceso a estas obras está muy restringido debido a la escasez o a la falta de reediciones: tanto las novelas como su bibliografía crítica se encuentran fuera del circuito editorial. Salvo la novela gráfica, de reciente publicación, el resto de obras se encuentran, en efecto, descatalogadas. 
Como ya hemos avanzado, la bibliografía crítica corre la misma suerte que las reediciones de las obras citadas: o no existen o son muy escasas. Quizás la dificultad en el acceso a estas fuentes debido al olvido de estos autores por parte de las editoriales influya en gran medida en la falta de interés crítico por las distintas problemáticas que giran en torno a ellos. Los estudios históricos del bandolero tampoco tienen un catálogo mucho más amplio que los filológicos. Es cierto que cuenta con dos biografías, una de Leandro Conesa (1892) y otra de José Sáez Calvo (2005), ambas con un mismo título, Jayme Alfonso el Barbudo, pero ninguna de estas dos biografías ha conseguido desligar al Jaime Alfonso histórico del literario. Por un lado, ambas incluyen pasajes pertenecientes a las novelas que protagoniza sin existir ningún documento que los sustente y, por otro, las dos se presentan de forma literaria. La biografía de Leandro Conesa tiene forma de diálogo; consiste en una entrevista, un interrogatorio al bandolero donde, respondiendo pregunta tras pregunta, Jaime, en primera persona, nos narra su vida. Por su parte, la biografía de José Sáez Calvo alterna pasajes novelados —narrados en tercera persona— con la exposición de fotografías y testimonios de los descendientes del bandolero y de las personas que fueron cercanas a él.
Todavía hoy, más de 200 años después de la muerte de un personaje tan singular, polémico e inspirador, queda pendiente la realización de una biografía objetiva, hecha con el mayor rigor histórico posible, de Jaime Alfonso el Barbudo.
El objetivo del presente trabajo es cubrir en la medida de lo posible el vacío crítico existente en las obras menores que han quedado a la sombra de las tres novelas que analiza Alejandro López Pérez en el trabajo citado, mediante un análisis comparativo entre las diferentes imágenes de Jaime Alfonso el Barbudo, destacando las particularidades de cada una de ellas, las innovaciones que aporta cada autor y las influencias de sus antecesores para ver cómo todas estas creaciones literarias han ido superponiéndose a la realidad del bandido, forjando leyendas que, contra todo pronóstico, mantienen viva la tradición oral de la zona que problematiza los límites entre la realidad y la ficción.
Se ha incluido en el análisis todas aquellas novelas, pliegos, folletines, etc. que tienen como protagonista a Jaime el Barbudo y la última de las dos monografías existentes del bandolero, suponiendo ésta la mejor forma de ilustrar cómo historia y leyenda se dan la mano para abrazar a el Barbudo.


Palabras Clave: Siglo XIX, Romanticismo, Bandolerismo, Jaime el Barbudo

domingo, 3 de junio de 2018

Práctica 11: La educación en el futuro

8 de mayo del 2030.


Hace años que abandoné mi costumbre de escribir en un diario porque hoy en día es difícil encontrar un cuaderno o algo físico donde plasmar nuestros pensamientos u opiniones. Soy profesora y le pido a mi alumnado que realice trabajos y actividades complejas usando la tecnología, y ni siquiera yo me creo que hayan desaparecido las librerías y no sea posible comprar libros físicos.

Eso de la tecnología está bien, pero a los que nos gusta leer nos hace falta tener el libro en nuestras manos o sentir el olor a nuevo como cuando comprábamos los materiales para un nuevo curso escolar. Me encantaba ese olor a 'empezamos de cero otro año' o a 'Bienvenido/a al inicio de otra nueva historia'.

Ahora es imposible encontrar libros en las bibliotecas. Cada vez que voy intento pensar que no es real. Actualmente solo hay ordenadores y tablets. Las estanterías están vacías y aún sigo sin poder creerlo. Por eso, cuando la situación empezó a cambiar y los libros comenzaron a desaparecer... decidí guardar todos los libros posibles para que no desaparecieran. Y, por ello, en el desván de mi casa puedo leer libros físicos y en esos momentos, todo vuelve a la normalidad para mí.

Mi trabajo no solo es enseñar en una escuela... también me dedico a salvar todos los libros que encuentro en mi camino o busco porque sé que aún existen. Los guardo en mi biblioteca y voy creando un catálogo para saber qué obras se encuentran sanas y salvas y ver cuáles me faltan y debería incluir en mi pequeña guarida. Podría ser egoísta y guardar estos pequeños tesoros para mí sola pero... como cualquier docente con vocación, a mi lo que me gusta es enseñar y no puedo tener en casa algo tan maravilloso y no compartirlo con mi alumnado o compañeros/as.

Estoy segura de que poco a poco, la gente volverá a necesitar libros físicos. Y allí estaré yo para darles ese gusto o para meterles en la cabeza 'el gusanillo' de lo nuevo, de la sensación que sentimos cuando tenemos un libro entre las manos. Las nuevas generaciones no han experimentado esto... Y de ellos depende que los libros vuelvan a tener presencia en nuestra sociedad. Por eso, como docentes... TENEMOS UNA MISIÓN para salvar la lectura y los libros.