martes, 22 de mayo de 2018

Práctica 11: Educación en 2030


Son las siete de la mañana y el despertador ya está sobresaltado por la falta de acción. Nadie le consuela y sigue bramando a diestro y siniestro. No le importa lo que el vecindario piense, él sabe que su trabajo no es valorado y por mucho que se pretenda cambiar la imagen de esta profesión, no va a ser más que alguien que entretiene las mascotas de una aristocracia escondida detrás de las cifras y el falso esfuerzo.
Sale de casa, con prisas, como siempre, después de regalarse cinco minutos en sus relajantes lecturas. Esas que ya no existen en su sociedad. Esas que sirven para despegar el alma; para evadirse sin tener que moverse del sofá.
Lanza un presto saludo al que considera el único amigo en aquel edificio, que casualmente viste de manera como él, pero no miden lo mismo. Se comprenden, comparten aficiones, pero existe una ley que reprime sus visitas prolongadas en público. Nadie imaginaría en 2018 la situación de tal manera pero desde hace un tiempo las personas no son más que números con una consonante al final, y su profesión no le permite relacionarse con otros rangos.
Se comporta de manera fría con sus receptores, muestra palabras concatenadas, recita jeroglíficos que parecen ser de otra época -aunque igual lo son- y espera recibir diariamente el incentivo que exigen las altas esferas. Me recuerda a una historia que escuché sobre italoamericanos violentos en las calles de Nueva York: el día que no entrega el expolio solo le queda rezar para no sufrir las consecuencias de unos amos que tienden a controlar cada movimiento que emprende.
Emplea unas herramientas obsoletas y su único consuelo reside en el efímero encuentro con un “gracias”, una palmada en el hombro o, simplemente, una sonrisa. Pero sabe que las cosas no van a cambiar. Sus sueños hace tiempo que quedaron tirados en las papeleras de cualquier despacho o en los bolsillos de cualquier director, mientras que su resignación no va más allá de ser libre por las noches; de hacer de su profesión su forma de vida.
Son las siete de la mañana. El despertador vuelve a sonar como cada mañana y mi amo vuelve realizar la misma rutina de cada día. Hoy se ha olvidado de darme de comer.
Tiene muchos pájaros en la cabeza.

¡Mmmm, malditos pájaros…!

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